Descubriendo el alma del violonchelo

Publicado por Ahí está el detalle 11 nov 2009

La música es un milagro. No concibo imaginar las circunstancias en las que la creatividad, el sentimiento, la técnica, el material y el talento coinciden para ofrecer banquetes auditivos. Las notas no se leen, se traducen, se transforman, se transmiten. No son sólo sonidos, son emociones, magia. La música expresa lo que la palabra no alcanza. El arte mueve, empuja, reacomoda.


¿Qué pasa por la mente de un músico mientras interpreta una melodía con los ojos cerrados? No importa; se siente, se vive. ¿Cómo explicar las lágrimas que brotan de los ojos de algún elemento del público? Ésas que un violonchelista como el mexicano Carlos Prieto provoca…


Resulta indescriptible el efecto que este hombre tiene sobre la audiencia. La velocidad de los largos dedos de su mano izquierda al pisar las cuerdas no distrae a la derecha, tan concentrada en el arco que sostiene. Andan juntas un camino que saben de memoria mas jamás deja de sorprenderlas y regocijarlas. El intérprete, con los ojos tan cerrados que conmueve. El instrumento se fusiona con su dueño, son cómplices, comparten aventuras y pensarse separados es simplemente absurdo.


Juntos, encantan por igual a un joven que a un viejo, a un conocedor que a un neófito, a un literato que a una estudiante. “Desde muy niño tuve un interés natural por la música, pero no se me reveló como la pasión mayor de una vida hasta la noche milagrosa en que descubrí el alma del chelo en las manos de Carlos Prieto” declaró alguna vez su gran amigo, Gabriel García Márquez.


Desde Bach hasta los nuevos compositores latinoamericanos son interpretados con maestría por este gran músico -considerado de los mejores violonchelistas del mundo- quien, aparte, disfruta de coquetear con las letras.


Carlos se dio a la tarea de investigar la historia de su amado compañero llegando a publicarla bajo el sello del Fondo de Cultura Económica con el título Las aventuras de un violonchelo: historias y memorias, prologado por otro de sus grandes amigos, el escritor Álvaro Mutis. Su violonchelo es nada menos que un Stradivarius fabricado en 1720, conocido como el Piatti y llamado intermitentemente Miss Chelo ante la incomodidad de explicar una y otra vez en los aeropuertos la necesidad de un asiento extra para el instrumento.


Este hombre es el vivo ejemplo de que jamás nos hartaremos de realizar algo que amemos con tanto ahínco, que nos apasione. Mi capacidad de sorpresa se descubre fascinada ante este personaje que provoca el cerrar los ojos para evitar cualquier interrupción sensorial, que no haya imágenes que contaminen y distraigan mis sentidos para poder centrarme en lo que escucho, y siento, y me enchina la piel… ¿Será el alma del violonchelo?




Por Sara Villegas Ramos

3 comentarios

  1. Aurora Says:
  2. Después de leerte me dieron ganas de conocer más de este músico.
    Bien!!!!!

     
  3. no solo redactas muy bien, sino que tienes la capacidad de hacer que el lector se involucre e interese por lo que dices, me fascino y definitivamente en este momento busacre algo sobre este magico violonchelista
    un beso y felicidades
    atte.- Gualu!!!

     
  4. perdon por mi error
    la costumbre y la ignorancia quice decir "magico chelista"

     

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