Escarbando casi frenéticamente en mis enmohecidos pensamientos, producto de la ociosidad que me ha secado tripas y sesos, me di a la tarea de contar las manchas en el techo (registro pretérito de mosquitos caídos en la nefasta batalla por la supervivencia) entonces, supe que algo andaba mal…
Por decirlo de otra forma, particularmente hoy, estoy harta. Harta de no poder atiborrarme de bombones enchocolatados, no vaya a ser mi úlcera quien termine de comérselos antes que yo y continúe conmigo en su frenesí devastador. Harta del tonito matutino irritante cuya única función es recordarme los treinta pares de ojos que me mirarán fastidiados por haber interrumpido la clase con mi siempre inoportuna impuntualidad; y al mismo tiempo harta de encontrarme en la misma posición seis horas después, poco antes del crepúsculo, entre veintitantos contemporáneos en un esfuerzo sobrehumano por “aprender”, cuando mi único anhelo es abandonarme al pasto y sus tréboles jugosos en increíble y premeditada fuga de mis deberes académicos.
Estoy harta de toparme sus labios mullidos y tener que retroceder. Más harta aún de soñar con el maldito momento en que él habrá de irse, de enamorarse definitivamente -obviamente no de mí- y entonces lo habremos perdido para siempre. Harta de luchar contra la corriente, (si realmente es lo que hago) y harta de coquetear con la idea de sucumbir a la manada.
Harta de llegar al baño para escuchar algún alma en pena vaciar estómago y tripas en el patético excusado. Harta de las bonitas cáscaras ambulantes pletóricas de vanidad y torcido hedonismo que pueden vivir y morir de lo superfluo, pero indispensable de saber y memorizar si queremos alcanzar la felicidad. Harta de los resabios con sabor a petróleo y formol impregnados en la lengua al comer tal o cual cosa, que nada sepa como antes, aunque nadie parezca notarlo. Harta del pesimismo colectivo de todos los pseudo intelectuales que vomitan textos en rojo impregnados de protesta y que su conciencia descanse tranquila por el simple hecho de hacerlo…
… podría continuar mi esbozo apológico del hartazgo, aunque por hoy la catarsis ha servido. No será por mucho (espero). A veces es bueno abusar de un espacio aparentemente inocuo para verter quejas, sugerencias, amenazas -lo que se me ocurra primero- con impresionante insensibilidad… Esto fue algo parecido, premeditadas disculpas y hasta que la nefanda inquietud me vuelva a lacerar.
Por Nathalie Escutia