¡Feliz día de las madres! Son las palabras que utilizo cada año para agradecer el esfuerzo y apoyo por parte de mi progenitora durante tanto tiempo. Sin embargo, no recuerdo haber pronunciado un: ¡feliz día del padre! por un muy largo periodo, simple y sencillamente porque carezco de uno, no porque haya muerto, sino porque nunca estuvo conmigo.
Crecí rodeada de mujeres; mi madre y mi abuela me criaron, mientras mi “padre” se limitó a llegar a casa por las tardes para comer y descansar. De vez en cuando intentaba mantener conversaciones conmigo, pero resultaba inútil para ambos, pues éramos dos desconocidos en una misma habitación tratando de charlar sobre las cosas más banales del mundo, y ni así conseguíamos entablar una plática.
Un día dejó de venir y no me percaté de su ausencia. ¿Qué tan importante fue para mí su papel como padre? Simplemente fue inexistente. Aun cuando sabía que estaba ahí, jamás lo felicité por nada; su día nunca existió para mí, al igual que él. ¿Es necesario entonces contar con la figura paterna en el seno de la familia? Contar con alguien que tenga aprecio hacia ti es suficiente para seguir adelante, no se necesita una conexión sanguínea para sentirte parte de algo. Si no tienes padre puedes continuar tu vida.
Además de no tener que escuchar excusas por falta de tiempo para uno, o bien, de dar explicaciones por nuestras acciones, la ausencia del padre es gratificante cuando su existencia se había llegado a convertir en una carga pesada, al grado de inmiscuirse en nuestra vida social y/o escolar.
A pesar de que mi madre intenta persuadirme de visitar a ese hombre algún día, yo me defiendo diciéndole que no me es necesario verlo ya que no tengo el menor interés de encontrarme cara a cara con un extraño. Es más valioso lo que me pueda decir un amigo que las palabras que puedieran salir de la boca de algún individuo fantasma.
He aprendido varias cosas sobre la vida gracias al apoyo de las personas a mi alrededor, aquellas que a pesar de no tener lazos sanguíneos, las considero mi familia, ya que se preocupan por lo que me pueda llegar a suceder. Incluso sin esa persona, hoy en día curso el quinto semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación, tengo una vida feliz, amigos y deseos por cumplir. Cuando se fue, dejó la libertad de decidir sobre lo que quiero.
El día que él se marchó, yo comencé a vivir.
Por Lizbeth Alcibar Vázquez
En el texto plasmas bien tus ideas pero sentí que intentaste alargarlo, te extendiste escribiendo sobre lo mismo. No lo percibí bien fundamentado, aunque tiene buen ritmo
En cuanto al tema me pareció interesante.