Crítica a los funerales en tiempo de muertos

Publicado por Ahí está el detalle 4 nov 2009


El fondo: un funeral cualquiera.
La escena: mi tía abuela, Margarita, acompañada por una de sus sobrinas, acercándose con la cabeza cubierta por su mantilla a la viuda.
Lo inolvidable: con gesto acongojado, sin entablar contacto visual en ningún momento, mi tía abraza a la viuda -quien solloza cabizbaja- y suelta un: “Muchos días de estos, muchos días de estos…”.
La reacción: por supuesto, la sobrina -con sonrisa de disculpa y cara de incomodidad- le aclara que en estos eventos eso no se dice, que la frase buscada era otra y la apresura, entre risitas, a salir de la sala.

¿Qué quiso decir mi tía? Seguramente un “mi más sentido pésame” o “mis condolencias”; “sentimos mucho su pérdida”, o de menos “lo lamento mucho” (para hablar a nivel personal y no involucrar a toda la familia sin que se entere). Quizá, apostando a verle lo positivo, un “todo va a estar bien”; o incluso, un metafísico “allá está (o va a estar) mejor…” (lo que sea que esto signifique).

Estamos acostumbrados a reaccionar como autómatas ante los ritos que involucra la muerte. Los abrazos fríos y solemnes se ven al por mayor mas no se sienten. Las frases prefabricadas retumban en los oídos de los dolientes sin pausas ni prudencia. El tiempo transcurre de manera sumamente distinta para ellos y los otros individuos que llenan la sala; distinguir a qué categoría pertenece cada persona resultaría tarea sencilla.

En los funerales, lo sombrío está presente en las ropas de los asistentes y casi siempre en sus gestos. Nunca falta quien dice: “¡Hombre! ¡Tanto tiempo sin vernos!” y para cumplir socialmente, agrega en un tono lúgubre y cara de culpa: “Lástima que sea en circunstancias como ésta caray… ¿Lo conocías?” Y de ahí puede surgir una animada conversación donde es recurrente acordarse y charlar de viejos tiempos, actualizar teléfonos, descubrir lo sucedido en la vida del otro, rompimientos, romances, trabajos, pero eso sí, en voz baja para no ofender ni al muertito ni a la familia.

Después de “cumplir” con nuestra presencia en dicho evento, siguen los rosarios, esas citas diarias y nocturnas donde las oraciones son repetidas una y otra vez a modo de mantra para después poder pasar al cafecito, el pan dulce o las tostadas. Ahí ya se vale reír y platicar a gusto. Los hijos de la persona difunta (y algún otro acomedido) se encargarán de que estemos bien atendidos. Por supuesto, tampoco faltarán los abrazos y los “más sentidos pésames”.

¿Será que de plano no somos capaces de manejar las emociones tan complejas que involucra una muerte como el dolor, la pérdida, la tristeza, la ausencia, el enojo? ¿Por eso recurrimos a las frases vacuas? No nos resulta indiferente el fallecimiento de esa persona, eso es un hecho. Así sea por compromiso, finalmente nos encontramos en estos eventos, para acompañar a los vivos o para recordar y despedir al que yace exánime. Sin embargo, desconocemos el cómo conducirnos ante estas circunstancias.

Una posibilidad es que partamos del miedo a provocar más dolor al otro. ¿Y si nuestras palabras no reconfortan a quien las escucha, o incluso llegan a empeorar su sentir? O más llana y simplemente: ¿y si quedo mal? Tememos esto a tal punto que preferimos refugiarnos en palabras o frases “comodín”, cascarones cuyo contenido no es relevante mientras ayuden a sobrellevar la incómoda situación.

Yo propongo apostar por la franqueza. Una ausencia no decidida jamás será grata. No hay por qué empañarla con frases huecas que terminen como sonidos indiferentes ante los oídos de quien necesita escuchar palabras significantes.

Si no sabemos qué decir, mantengámonos en silencio. Si desconocemos cómo actuar, sólo adecuémonos respetuosamente para brindar una sensación de apoyo, si es lo que deseamos. Y de no ser así, ¿qué hacemos vestidos de negro y con cara de hastío viendo el reloj? No permitamos que el compromiso nos involucre en este tipo de situaciones donde nuestra presencia es completamente dispensable. Como diría mi tía Margarita: “Mucho ayuda el que no estorba”. Descanse en paz.


Por Sara Villegas Ramos

6 comentarios

  1. Anónimo Says:
  2. sara!! me ecanto...de verdad te hace relfexionar el sobre como actuamos ante situaciones se podria decir simples...y que solo por el quedar bien luego se esta ahi...y como dijiste, si no sabes que decir, lo mejor que se puede hacer es guardar silencio muchas veces eso se agradece mas que las simples palabras!!
    atte
    Beto!!(b_tun)

     
  3. Anónimo Says:
  4. Pues suelen pasar esas cosas como dices lo que dices es muy cierto yo siento que no hay mucha diferencia con lo que dijo la sobrina y lo que dicen lso demás muchas veces lo dicen por compromiso , yo lo he sentido y lo he hecho lamentablente son reglas normativas que impone la sociedad sin embargo a mi no me ayuda en nada que me digan los siento , te entiendo , pues se que no lo hacen , no lo pueden sentir puesto que no lo pueden experimentar desde la misma situación , aveces es mejor callar y dar un abrazo que conlleve todo el sentimiento , aveces un abrazo de corazón te ayuda mejor siente mejor las cosas te desahogas puede ser que un silencioso abrazo te ayude mas en esos momentos que unas pequeñas palamaditas con un “ cuanto lo siento “ vacio por cumplir con las reglas normativas equivalente a un salud por inercia ocmo un estornudo ya sin pensarlo lo dices automáticamente asi hago esa analogía con algunas personas cuando ocurre un suceso asi … perdi a s fulanito , “ se murió mi… a lo que responen …” cuanto lo siento , etc… sin pensarlo y sin sentirlo pudiendo ser sustituirdo por un caluroso y afectivo abrazo donde puede ser mejor que expresar sentimiento falsos , que evidentemente se da cuenta la otra persona. 3y en mi opinión nunca podrán entenderlo pues no están en la misma situación . sin embargo en muchas culturas tiene un significado distinto la muerte incluso hasta viéndola en lago mejor , o no vayamos muy lejos aquí en mexico cunado se muere alguien hacen fiesta y alimentan a todo el pueblito. Sin ofrecer a la personas todo este tipo de pesames.


    atte pris:)

     
  5. KARLA B. Says:
  6. RECORDEMOS QUE EL HOMBRE LE LLORA A SUS MUERTOS COMO SI ÉL FUESE INMORTAL.

     
  7. Anónimo Says:
  8. suele pasar...pero yo no creo que lo hagamos porque no seamos capaces de manejar la tristeza (aunque algunos, en efecto, no se les da) sino que no estamos habituados a ir a ese tipo de eventos...cada cuanto vas a uno?

     
  9. Aurora Says:
  10. CREO QUE NO SABEMOS MANEJAR EL DOLOR, NADIE NOS HA ENSEÑADO ESO Y POR ESO ACTUAMOS EN OCASIONES DE ESTA MANERA. LO MÀS IMPORTANTE ES TENER PRESENTE QUE EN ALGÚN MOMENTO DEJAREMOS DE EXISTIR POR ESO NO QUEDA MÁS QUE VIVIR EL HOY...

     
  11. Anónimo Says:
  12. Estamos tan acostumbrados a comportarnos de determinada manera, pues desde niños nos educan a que tenemos que llorar ante situaciones como estas. Nos movemos como por inercia.

    Tu escrito me hizo recordar una situación parecida donde ante la muerte de uno de mis tíos, una tía contaba chistes, nunca supe si para mitigar el dolor que sentían algunos de los ahí presentes; para evocar recuerdos felices sobre el difunto o simplemente quería ser el centro de atención por encima del difunto. Lo cierto es que las miradas castigadoras de las demás personas le hicieron percatarse que estaba “fuera del lugar”.

    De los rosarios sólo recuerdo que de niño me gustaba ir porque daban café y galletas, aunque hubiera que rezar un buen y esperar como una hora.

    Cada quien vive el duelo a su manera y no debe haber modelos preestablecidos como moldes de galletas para ello.

    Me agrada como escribes, espero que lo hagas más seguido.
    Nos seguimos leyendo.

    Atte: Juan Tototzintle

     

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